sábado, 3 de octubre de 2009

Los días de la abuela


--Bien se podría decir que los días de la abuela, ya estaban completos.
Había criado a sus hijos, colaborado lo más que pudo con sus nietos, plantado árboles, puff ¡Si había plantado árboles!
Siempre había sido una mujer inquieta la abuela; dueña de una vitalidad asombrosa,
¡Tánto! Que sus vecinos decían: -¿De dónde sacará ésas energías? -¿Cómo hace para ocuparse de todo y de todos, además de trabajar para sustentar a su familia?-
¡Claro! Eso lo decían sus vecinos, porque su familia ya estaba tan acostumbrada a su trajín, que les parecía lo más normal del mundo.

--Hasta que un día, a causa de un shook emocional muy fuerte, explotó la genética; sí, la misma enfermedad crónica que habían padecido todas las mujeres de su familia; a las que había visto caer una a una, irremediablemente, primero en la postración, que, en algunas duraba más, y en otras menos; según los cuidados y la atención que le podía proporcionar el entorno familiar, y finalmente, una muerte denigrante.

--¡Pero he que aquí! La abuela, con amplia sonrisa que se parecía mucho a una irónica carcajada, se dijo: ¡A mí, nó!

Está bien, ya que has venido para quedarte, instálate lo mejor que puedas, pero yo, seguiré haciendo mi vida; conviviremos, es cierto, pero intentemos hacerlo pacíficamente.

--La familia y los vecinos de la abuela, casi ni se daban cuenta, a no ser que cada tanto, su huésped, le asestaba alguna estocada que otra; y entonces si, la notaban un tanto decaída, pero, como el ave Fénix, trataba de resurgir de entre las cenizas.Tenía el comportamiento de un hidalgo caballero manchego.

--Después de cada porrazo, la abuela salía más arreglada que nunca, se colocaba "salud en cajitas", colorete, labial, etc. etc. Y salía a seguir batallando contra los molinos de viento. Los vecinos le decían: ¡Qué bién te ves Teodolinda! A lo que la abuela respondía con una amplia sonrisa diciendo: Ja ja, ustedes ven el envase, pero no quieran saber lo que hay dentro.

--Mientras todo ésto sucedía, la abuela comenzó a notar que iban reviviendo y tomando cada vez más fuerza, las viejas asignaturas pendientes. Desde muy pequeña y hasta que se casó, su hábito era el de la escritura y la música, entre otras cosas.

Debido a las circunstancias que la rodeaban por ése entonces, lo más viable era la escritura, porque la abuela seguía trabajando para no depender de nadie (fea costumbre, entre otras, tirando a la soberbia y al orgullo de poder decir: Yo no necesito que me mantengan, puedo hacerlo sola todavía; después, veremos).

--Así es que por las mañanas, como acostumbraba a hacerlo desde siempre, cambió el tejido por los cuadernos, en donde volcaba todo aquello que sentía, algunas cosas en forma de poesía, género éste, que siempre le había sido predilecto.

Luego comenzó con su vieja máquina de escribir, y más tarde comprendió que perdía mucho tiempo cuando se equivocaba; tenía que sacar la hoja, colocar el lápiz corrector, y, con un poco de suerte, escribir sobre lo corregido.

--Un día cualquiera, dirigiéndose hacia su control médico, pasó por una academia de computación que ostentaba carteles en sus vidrieras, con precios promocionales; no lo pensó demasiado, entró, averiguó días, horarios y se inscribió. A los dos meses adquiere su computadora en comodísimas cuotas mensuales.

Comenzó pasando sus trabajos literarios (si es que así se le podían llamar) a un archivo, en forma prolija y alfabética, con la posibilidad de corregir sin pérdida de tiempo.

Al cabo de unos meses comienza a conectarse con algunas personas de su familia que estaban actualizadas en el tema (casi todos primos y sobrinos).

Cada vez que tenía alguna duda, consultaba en internet, hasta que se dió cuenta de que podía descubrir: ¡El mundo! por medio de ése aparato con el que ahora convivía.

--¿La enfermedad? Bién ¡Gracias! Sigue su curso, pero la abuela, ahora convertida en una "Internauta" ¡No piensa en ella! En cambio, con ése aparatito pequeño llamado mouse (creo, porque no se inglés) en sus manos, viaja por el mundo, se conecta, lo pasa bién ¡Hasta que Dios lo permita!

En éste momento su huésped le ha asestado algunas estocadas, pero ¡Porque siempre hay un pero! La abuela dice: ¡Esta, también ha de pasar!....Lo firma:

"La abuela"

Susana Gutiérrez Calderón.